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Demi Moore, una vida desgarrada al amparo de Hollywood

Demi Moore
Demi Moore

Demi Moore era la actriz perfecta, llenaba el patio de butacas en los noventa y hacía que cada título se convirtiera en éxito. Sin embargo, tras esa imagen dulce se esconde una mujer llena de inseguridades, con una infancia terrible y una madurez que desembocó en adicciones.

Así lo refleja la protagonista de A Few Good Men en su autobiografía Inside Out, un relato descarnado sobre los abusos que sufrió en su infancia.

Con 15 años Demi Moore fue violada por un hombre que afirmó le pagó a la madre de la entonces adolescente. «Nunca sabré si Ginny aceptó esos 500 dólares a cambio de que Val pudiera follarme… Pero no me cabe duda de que le dio la llave del apartamento que compartía con su hija de 15 años».

También habla en el libro de su adicción al alcohol y las drogas. «Esnifé tanta cocaína que a punto estuve de abrirme un agujero en la nariz», dice de su relación con Bruce Willis y de su vida con Ashton Kutcher, cuya separación volvió a llevarla a los infiernos.

Como en una catarsis, Demi Moore deja que su vida pase a ser patrimonio de todos, con una biografía con la que se libera del peso de la culpa, se reconcilia consigo misma.

De su infancia dice: «El amor que recibí de niña fue perverso, y por eso acabé relacionando amor con sufrimiento». Y de las dudas previas a su primer matrimonio, cuando solo tenía 18 años, asegura: «No quería aceptar que iba a casarme solo para distraerme y olvidar, por unos días, el dolor de la pérdida de mi padre».

No es la primera vez que la actriz resurge de sus cenizas y mira de frente a la vida. Sus memorias son en la actualidad uno de los libros más vendidos en Estados Unidos. Las páginas ponen de manifiesto lo difícil que resulta conseguir una vida familiar en equilibrio y seguir siendo una estrella en Hollywood cuando pasa el tiempo.

Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por las adicciones y discusiones de sus padres, una convivencia destructiva en la que tuvo que intervenir impidiendo el suicidio de su madre.

«Esa noche, algo cambió en lo más profundo de mi ser. Mi infancia había terminado. Dejé de ser una niña a quienes ellos intentaban cuidar y educar para convertirme en una mujercita que debía ayudarlos a limpiar los trapos sucios».

La protagonista de Ghost confiesa que le horrorizó la idea de ser como sus padres y beber sin control, una adicción que llegó con su primer papel en televisión.

En 1987, Bruce Willis, el padre de sus tres hijas, llegó a su vida. Unidos por una infancia difícil, la pareja se entendía a la perfección y decidieron casarte. «Me hacía sentir como una princesa», dice en su libro Moore.

Reconoce que los traumas personales de ambos no tardaron en aparecer y cuando su hija mayor, Rummer, solo tenía 2 años, aparecieron las primeras grietas en una relación que se rompió; pero que nunca dejó de ser amistosa.

Se separaron en 1998, dos años después del estreno de una de sus películas más controvertidas, Striptease, que le hizo obsesionarse con su cuerpo. «Seguí una dieta muy estricta y restrictiva; para desayunar tomaba media taza de avena y la mezclaba con agua; el resto del día me alimentaba a base de proteína y de un poco de verdura. Y nada más».

Luego llegó G.I. Jane (1997) y su obsesión por un cuerpo perfecto la trasladó a conseguir unos músculos descomunales. «Cierto día, mientras me estaba duchando, tuve una epifanía: quiero naturalidad y volver a ser como soy. Ya no quería morirme de hambre».

Después de un periodo de inactividad en el que se apartó del cine para cuidar a sus hijas, la actriz regresó a la interpretación con una imagen espectacular y al poco tiempo con una nueva relación: un actor 15 años más joven que ella, Ashton Kutcher.

A pesar de que no eran muchos los que les auguraban largo futuro, la relación duró más de seis años. La pareja no dejó de demostrar lo mucho que se divertían juntos en las redes sociales.

Hasta ahora poco se sabía de su intimidad, pero la actriz revela que su máximo deseo era tener un hijo juntos. Lamentablemente, sufrió un aborto a los seis meses, una situación que la sumió en un profundo dolor.

Después llegarían varios tratamientos de fertilización que no fructificaron, la pareja se abría a relaciones con terceras personas; y las noticias sobre las infidelidades de él volvieron a sumirla en la desesperación.

Una reflexión que le llevó a darse cuenta de que la relación con sus hijas -Rummer, Talulah y Scout- se deterioró, aunque con el tiempo consiguió volver a recuperarla y a ellas les dedica el final del libro.

«Mis amores, mis ángeles, mi razón de ser. Mujeres espléndidas, dinámicas, sensatas, inteligentes, no puedo sentirme más orgullosa de ustedes. Gracias por dejarme entrar en su vida y por regalarme su amor, apoyo y ánimos para escribir este libro», concluye Demi Moore.

Con redacción de MonitorDolar e información de El Nacional.

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